La congestión vehicular es un problema cotidiano y generalizado en los países desarrollados, así como en todos aquellos que están en vías de desarrollo.
Lejos de ser una cuestión trivial o anecdótica, se trata de una situación que, además de enormes molestias a la ciudadanía, causa ingentes pérdidas económicas a la sociedad y notables perjuicios medioambientales.
Además, es un fenómeno que tiende a incrementarse cuando aumenta el poder adquisitivo de los ciudadanos y/o el PIB de las zonas afectadas, por lo que hablamos de un reto extremadamente difícil de superar y cuya resolución requiere de un abordaje global y a medio o largo plazo.
Índice de contenidos
Qué es la congestión vehicular
El término congestión o congestionamiento vehicular no describe una situación puntual en la que se produce un embotellamiento, retención o ralentización del tráfico. Se refiere a una situación de atasco o congestión que se repite en una zona concreta, de forma cotidiana y varias veces al día.
Causas de la congestión vehicular
Algunas de las causas de la congestión vehicular son las carencias del transporte urbano y el excesivo número de vehículos automóviles por habitante, algo que está intrínsecamente ligado al poder adquisitivo y a la falta de concientización acerca de las fórmulas de movilidad alternativa.
Además, el deficiente estado de conservación de los viales, la mala señalización de los mismos y la ausencia de un sistema efectivo de información en tiempo real sobre las condiciones del tráfico son otras de las principales causas de la congestión viaria. Conque analicemos estas y otras causas, una por una:
Capacidad vial insuficiente
Las calles, carreteras y autopistas se planifican y construyen para soportar una determinada cantidad de tráfico. Es muy frecuente que con el paso de los años se exceda ampliamente esa capacidad, un fenómeno intrínsecamente asociado al desarrollo de los núcleos urbanos, de los nuevos barrios y de las zonas industriales.
Viales mal distribuidos o en deficiente estado de conservación
Los defectos asociados a la degradación del pavimento y la distribución inadecuada de los viales contribuyen a ralentizar considerablemente el tráfico.
A modo de ejemplo, muchas congestiones de tráfico urbano pueden resolverse modificando el número de carriles de un sentido y de otro, una acción que únicamente requiere de un repintado de las señales horizontales de los carriles (o de la instalación de un sistema de cambio de sentido automatizado).
Mal diseño de las intersecciones y de su señalización
El mal diseño constructivo de las intersecciones es, por sí mismo, un factor clave que favorece los atascos y la ralentización de la marcha.
Si a esto se le suman unas señales de tráfico poco adecuadas y una red semafórica mal sincronizada, se tiene el caldo de cultivo ideal para que en los cruces se generen congestiones, que se propagan rápidamente al resto de la red viaria.
Falta de alternativas al vehículo particular
Si la red de transporte pública es escasa, está mal interconectada o carece de tarifas atractivas, se desincentiva el uso de esos medios de transporte, uno de los factores que más contribuyen a la saturación vehicular de calles, carreteras, rondas de circunvalación y autopistas.
En el ámbito estrictamente urbano, otra causa frecuente de la congestión vehicular es la ausencia de alternativas de movilidad compartida, sean estas de iniciativa privada o pública.
Está suficientemente demostrado que en las poblaciones en las que se desarrolla una red amplia de vehículos de movilidad personal compartida, disminuye perceptiblemente la intensidad de las retenciones de tráfico.
Ausencia de sistemas integrales de control y gestión de los flujos del tráfico
Otro problema generalizado es la falta de sistemas inteligentes de evaluación y modificación de los flujos de tránsito vehicular.
A este respecto, las ciudades y áreas metropolitanas que implementan este tipo de equipamientos no consiguen erradicar el problema de las congestiones, pero sí logran reducir la intensidad y la extensión de las mismas.
Soluciones a largo plazo
Por un lado, es preciso diseñar políticas de planificación urbana, comercial e industrial sostenibles y realistas. A este respecto, La disposición de los nuevos barrios, de las áreas comerciales y de los polígonos industriales ha de realizarse siguiendo estas tres directrices:
- Que la densidad poblacional u ocupacional no sea excesiva.
- Que todas esas zonas de nueva creación dispongan de infraestructuras y viales específicamente diseñados para el establecimiento de una red de transporte público intermodal y eficiente.
- Una planificación urbanística que favorezca la cercanía de las zonas de vivienda, trabajo y servicios, reduciendo así la necesidad de realizar desplazamientos largos y de usar el automóvil particular.
Tecnología y congestión vehicular
La tecnología se emplea para reducir la congestión vehicular mediante dos estrategias diferenciadas. Ambas estrategias pueden aplicarse de forma individual o combinada:
- La agilización directa en tiempo real del flujo rodado en los puntos conflictivos.
- La imposición de restricciones de circulación a los vehículos que se dirigen a las zonas en las que hay retenciones y atascos.
Para la dinamización en tiempo real del flujo vehicular pueden emplearse:
- Sistemas de gestión inteligente y automatizada del tráfico: sincronizaciones y adecuaciones de los ciclos semafóricos, cambio automático del sentido de los carriles y modificación temporal de los límites de velocidad (en muchos casos, una simple reducción de los límites de velocidad reduce notablemente las congestiones).
- Sistemas conectados de difusión de datos de tráfico: los conductores pueden visualizar en cada momento dónde se encuentran los puntos conflictivos, a la par que las rutas recomendadas para evitarlos.
Respecto a las restricciones temporales al tráfico rodado en tiempo real, son muy efectivos los dispositivos automáticos de prohibición de acceso y señalización de desvío obligatorio.
Cuando estos sistemas detectan flujos de tránsito vehicular excesivos o retenciones, modifican las señales luminosas en los carriles y desvíos anteriores a las zonas conflictivas: se impide el acceso a los vehículos a esas zonas y se les obliga a circular por viales alternativos.
Estos cambios de señalización automatizados pueden efectuarse a muchos kilómetros de distancia del lugar donde se detecta un tráfico excesivo, impidiendo que el problema se traslade a otros viales adyacentes.
Educación y concientización
Junto con la planificación urbanística, la promoción del transporte público y el uso de las nuevas tecnologías, otros dos factores decisivos para reducir la congestión vehicular y su impacto negativo en el conjunto de la sociedad son la educación y la concientización de quienes precisan desplazarse a diario por las grandes urbes y por sus áreas metropolitanas.
En ambos sentidos, ¿qué es lo que se debe hacer y cómo ha de hacerse? Lo primero es tener en muy en cuenta que las acciones divulgativas han de dirigirse tanto a quienes conducen como a quienes no lo hacen.
En ambos casos, es necesario hacer hincapié en la necesidad (y no en la simple conveniencia) de prescindir del uso del vehículo particular (sea propio o ajeno) siempre que sean factibles otras alternativas.
A este respecto, deben emplearse todos los medios de divulgación posibles para difundir la idea de que congestión vehicular tiene consecuencias muy negativas para el medio ambiente, derivadas de la emisión de gases contaminantes y de la huella de carbono generada por la producción de carburantes y de energía eléctrica.
Y es que no debe olvidarse que el coche eléctrico no soluciona los problemas de congestión: si todos los vehículos que circulan en la actualidad fuesen eléctricos, el problema de congestión vehicular sería exactamente el mismo.
Por otra parte, está ampliamente demostrado que la concientización acerca de la importancia de seguir las reglas de tránsito rodado también aumenta la fluidez del tráfico, a la par que reduce las emisiones y rebaja el número de accidentes.
Finalmente, es preciso desarrollar campañas masivas que informen a la población de todas y cada una de las opciones de transporte alternativas que tienen a su disposición en sus zonas de residencia, de trabajo y de ocio habitual.
Conclusiones y acciones futuras
Está muy claro que las políticas que se desarrollan en la actualidad no tienen una visión amplia de futuro. Y no solo eso, sino que estas políticas se desarrollan con excesiva prudencia. La consecuencia directa es que no son eficaces para afrontar con éxito el reto de la congestión vehicular.
Conque en el corto plazo, la solución pasa por adoptar estrategias fáciles de implementar y de coste económico relativamente bajo. A modo de ejemplo:
- El desarrollo de estrategias de fomento de utilización compartida de vehículos privados.
- La generalización de los sistemas de difusión del estado de saturación vehicular de calles y vías interurbanas, incluyendo la selección de rutas alternativas.
- El establecimiento masivo de dispositivos inteligentes de sincronización semafórica y de gestión de flujos de tráfico rodado.
- La disminución de los incentivos al uso del vehículo privado, mediante la exigencia de etiquetas medioambientales, la peatonalización de las zonas comerciales urbanas, la prohibición de estacionar en ciertas vías públicas y la implantación de peajes en las rutas interurbanas conflictivas.
Las acciones a tomar a medio y largo plazo son de alto coste y no pueden implementarse de un día para otro: todas ellas pasan por el desarrollo de redes intermodales de transporte amplias, eficientes, de alta frecuencia y accesibles universalmente.
En este sentido, no hace falta señalar que la forma más eficaz de reducir la congestión vehicular es rebajar notablemente el número de vehículos que transitan por los viales urbanos e interurbanos, cosa que solo es posible si se generaliza entre la población el uso del transporte público.
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